lunes, 23 de abril de 2012

Los mercados no votan, pero ... / Andrés Ortega *

Los mercados financieros no votan, pero ... cuentan. Pese a que el candidato socialista francés los haya vilipendiado (“mi adversario es el mundo de las finanzas”), y al nerviosismo de algunos inversores, estos han parecen haber descontado ya una victoria de François Hollande el próximo 6 de mayo en la segunda vuelta de las presidenciales francesas. El impacto sobre la prima de riesgo de la deuda francesa ha sido mínimo, aunque algo ha aumentado en los últimos días. El diferencial de la deuda francesa con la alemana estaba al final de la semana pasada en 141 puntos, por debajo del máximo de 190 del pasado 15 de noviembre. Pero hay que pensar que este diferencial era prácticamente nulo en 2006. También en esto el eje franco-alemán se ha resentido.

Pese a que Sarkozy ha intentado utilizar los mercados en su favor (aferrándose el rating AAA para la deuda francesa, salvo en el caso de Standard & Poors, como instrumento electoral y apelando al miedo ante Hollande), los mercados han emitido ya un juicio sobre estas presidenciales digno del doctor Gregory House: “Todos mienten”. Es decir, que los dos candidatos que pasan a la segunda vuelta están “en negación”, como se dice ahora, pues sus propuestas están alejadas de la realidad que se impondrá en Francia tras las presidenciales y las legislativas de junio. Éstas últimas interesan ya casi más a los mercados, pues indicarán hasta qué punto un presidente Hollande, si la izquierda revalida, va a depender de los votos en el Parlamento de los de Mélenchon. Ahora bien, no mienten lo mismo. La mentira de Hollande no es la misma que la de Sarkozy. Que gobierne uno u otro puede cambiar algunas cosas. Aunque, por mucho que le pese, la evolución del diferencial de la deuda o de su calificación pueden acabar siendo determinantes. También para Hollande. Es así.
Algo debemos agradecer el resto de los europeos a estas elecciones. Y es que haya entrado en la campaña la cuestión de la necesidad de que Europa tenga una política de crecimiento, y no sólo de austeridad. Se está abriendo paso la idea, en la que tantos economistas anglosajones han venido insistiendo insistido,  de que la austeridad ciega y bruta no asegura crecimiento, sino todo lo contrario y al final obligará a más austeridad y condenará a la depresión. Ello no significa renunciar a la austeridad, sino comprender que, como el colesterol, hay una austeridad buena y otra mala, o al menos un buen y mal grado de austeridad, una que sanea y lleva a la estabilidad y al crecimiento, y otra a la asfixia del enfermo.
Eso que se llama los mercados están ya más pendientes de otras elecciones. Como opina un experto francés del sector,  la volatilidad seguirá por razones políticas hasta al menos las elecciones de noviembre en EE UU (tras ellas puede venir un giro hacia la austeridad), y el cambio de liderazgo en China para esa fechas, que, como se ve por la purga de Bo Xilai, no está resuelto de antemano. ¿Girará China hacia un mayor consumo interno o no? ¿Habrá más levantamientos sociales? Y la duda sobre cómo se comportará Putin en su segunda etapa de presidente de Rusia.
Más allá, en 2013 (si no antes) están las elecciones alemanas. Preocupan menos que las italianas. Debido al envejecimiento de la población, los socialdemócratas –fue Schröder quien hizo las grandes reformas, no Merkel- no están por levantar el freno de la austeridad ni en Alemania ni en el resto de la UE por miedo a que se dispare la inflación y los ahorradores pierdan para su jubilación. Y Merkel sigue siendo una firme convencida del valor taumatúrgico del diferencial de la deuda, que deciden los mercados no Alemania, para forzar los recortes y reformas en los países de la periferia de la UE, incluida España.  E incluso en Francia, si se desmanda.
Pero hay distintas visiones en Alemania sobre lo que debe ser Europa. Es bueno que, realmente por primera vez, en unas elecciones nacionales como estas francesas se confronten distintas visiones de Europa. Eso, al menos, ha cambiado. Y que al Elíseo pueda llegar un presidente capaz de, como lo pone Felipe González, decirle no a Merkel. Merkozy ha sido un mito. Si el socialista gana, Merkel-Hollande será ... otra cosa.

(*)  Ha sido corresponsal en Londres y Bruselas y columnista y editorialista de El País, director de Foreign Policy Edición Española y dos veces Director del Departamento de Estudios en La Moncloa