Un argumento que los independentistas catalanes utilizan para
conseguir el apoyo de las izquierdas catalanas al proyecto
independentista es subrayar que las clases populares –es decir, la clase
trabajadora y grandes sectores de las clases medias de renta mediana y
baja- se beneficiarían de que Catalunya fuera independiente, pues
Catalunya controlaría sus propios recursos y podría establecer un Estado
del Bienestar mejor que el existente hoy en día, donde el ”expolio” de
Catalunya por parte de España está restando recursos para tal Estado del
Bienestar. Ahora bien, los proponentes de estos argumentos no parecen
darse cuenta de varios hechos. Uno es que la Catalunya independiente, su
composición, recursos y distribución –en caso de que se estableciera-,
dependería en gran manera de la fuerza política que liderara el proceso
de transición a la independencia y que probablemente gobernara la nueva
Catalunya.
De ahí que para ver la bondad de tal proceso, uno debe preguntarse
cuál sería la fuerza política que tendría más posibilidades de dirigir
esta nueva Catalunya. De nuevo, hay varias alternativas, pero una de
ellas es que el futuro gobierno de esta Catalunya independiente fuera
dirigido por la coalición conservadora liberal que ya gobierna hoy la
Generalitat de Catalunya, es decir, CiU, la cual continuaría
instrumentalizando los medios de información públicos de la Generalitat,
tales como Catalunya Ràdio y TV3, para conseguir sus objetivos
políticos. En realidad, es más que probable que fuera CiU la que
gobernara esta nueva Catalunya independiente. La futura Catalunya, pues,
sería conservadora-liberal (siguiendo políticas económicas semejantes a
las neoliberales que tal gobierno ha realizado en Catalunya y ha
apoyado en las Cortes Españolas).
A los lectores que crean que exagero, me permito remitirles a la
versión económica más promovida hoy por TV3, el canal público
televisivo. El economista más promovido por TV3 (en realidad referido
por una voz prominente de tal cadena como el “economista de la casa”),
es el independentista Sala i Martín, el cual da una hora semanal de
“lecciones” de economía en dicho canal. Su sensibilidad ultraliberal es
plenamente conocida, siendo un defensor de la plena privatización de la
Seguridad Social y de los servicios públicos del Estado del Bienestar.
En realidad, en más de una ocasión ha hablado muy favorablemente de la
total privatización de las pensiones impuesta al pueblo chileno por el
General Pinochet.
Su oposición al intervencionismo del Estado llega a cuotas extremas,
apoyando medidas que considera avaladas por una evidencia empírica en
realidad inexistente. Así, en su programa diario sobre economía
(patrocinado por La Caixa, la cual, sin lugar a dudas, tendría una
enorme influencia en la nueva Catalunya) en la televisión online de La
Vanguardia (el diario más conservador de Catalunya), el día 17 de
septiembre de 2012, habló en contra de la intervención de las
autoridades públicas para servir a la ciudadanía pues afirmaba que, a
pesar de las buenas intenciones que tales autoridades puedan tener, el
resultado final de dichas intervenciones ha sido opuesto al deseado. Y
puso como ejemplo la normativa gubernamental de que las personas deben
abrocharse los cinturones en los coches. Según Sala i Martín, esta
medida que intentaba proteger a la ciudadanía consiguió lo contrario,
pues –según él- conllevó que la mortalidad en los accidentes aumentara
en lugar de disminuir, debido a que la gente se creía más segura
llevando el cinturón y conducía más confiada e irresponsablemente. Tengo
que admitir que incluso yo, que he leído escritos de Sala i Martín y sé
de sus exageraciones (en una ocasión indicó que el gobierno más
parecido al tripartito catalán era el gobierno de Corea del Norte -tengo
la evidencia para mostrar tal exageración- y escaso rigor en sus
presentaciones -ver mi artículo “La manipulación neoliberal de la imagen
de España”, Fundación Sistema, 08.10.10-) me sorprendió que llegara a
este nivel de falsedad. Toda, repito, toda la evidencia científica
publicada por los salubristas expertos en accidentes ha mostrado que el
hecho de que los conductores y pasajeros tengan que llevar cinturón, ha
salvado millones de vidas debido, no sólo a un descenso de mortalidad en
accidentes, sino también a un descenso del número de accidentes. La
evidencia científica de ello es abrumadora, lo cual no es freno para que
tal economista continúe diciendo lo contrario.
La misma falta de rigor era utilizada en la segunda parte de su
argumentación, pues esta falsedad era una introducción para otra, en la
que afirmaba que “cuando las autoridades públicas ponen un impuesto
sobre la renta reducen los incentivos para trabajar”. En tal supuesto se
hace la sorprendente conjetura de que el nivel de renta de una persona
depende del tiempo y dedicación al trabajo de esta persona, afirmación
carente de evidencia que la apoye. En realidad, entre las personas mejor
pagadas en España están los dirigentes de la banca que, además, pagan
menos impuestos que el ciudadano normal y corriente que trabaja mucho,
mucho más que el banquero. En realidad, de ser ciertos los supuestos de
Xavier Sala i Martín, sería aconsejable que se gravara al máximo a los
banqueros para que dejaran de trabajar, pues su trabajo nos ha llevado a
un desastre.
En otra presentación reciente afirmaba que la bajada de la media de
salarios se debía a que había aumentado el número de trabajadores, y
muchos de los nuevos entrantes en el mercado de trabajo tenían salarios
más bajos. Los datos muestran que, aún cuando esta situación explicaría
estos datos en periodos anteriores, éste no es el caso durante la crisis
(desde 2007), donde los salarios, medidos por su capacidad adquisitiva,
han bajado, cosa que Sala i Martín predeciblemente no cita. Por otra
parte, su idealización de la banca y de sus instrumentos alcanza también
niveles hiperbólicos. Así, niega que haya ninguna “malicia” (término
que utiliza) por parte de las agencias de valoración de bonos
(financiadas por la banca) en sus evaluaciones. El hecho de que tales
agencias valoraran siempre muy bien a la gran banca (cuyo comportamiento
llevó al desastre financiero) que les pagaba se debe, según él, a la
incompetencia. Y así un largo etcétera.
Ni que decir tiene que el caso del ”economista de la casa, en TV3” es
un caso extremo, pero el hecho es que los economistas del equipo
gubernamental de la Generalitat de Catalunya, aunque mucho menos
frívolos y más rigurosos, son conocidos por su sensibilidad neoliberal,
habiendo aplicado una enorme cantidad de recortes de gasto público,
enfatizando la necesidad de privatizar los servicios públicos del Estado
del Bienestar, favoreciendo los servicios privados (la sanidad y
educación privada, por ejemplo) sobre los públicos (aduciendo
erróneamente que son más eficientes que los públicos). Tales
privatizaciones, sin embargo, empobrecen a los servicios públicos,
utilizados primordialmente por las clases populares. No creo, por lo
tanto, que las clases populares se beneficiaran de tal Independencia de
Catalunya si la fuerza hegemónica en tal proceso fuera la derecha
catalana.
Ni que decir tiene que uno no puede ni debe intentar desacreditar el
independentismo (con cuyas bases populares tengo considerable simpatía,
como señalo en mi artículo “Sí al referéndum en Catalunya”, El Plural,
01.10.12, colgado en mi blog www.vnavarro.org) mostrando el carácter
claramente reaccionario de bastantes de sus economistas. Hay economistas
progresistas en tal movimiento independentista. Pero éstos deberían
protestar (y no lo están haciendo) de que los medios públicos pagados
por todos los catalanes, tanto los independentistas como los no
independentistas, esté promocionando los puntos de vista de un
economista ultraliberal (negando un espacio equivalente a puntos de
vista distintos), cuyas propuestas se han demostrado repetidamente que
perjudicarían al bienestar y calidad de vida de la mayoría de la
población catalana, que son las clases populares.
En esta línea, es también muy preocupante que el instrumento de mayor
difusión del independentismo, TV3, está mostrando su nula vocación y
sensibilidad democrática, pues un medio público financiado por todos los
ciudadanos debería estar abierto a todos los puntos de vista presentes
entre la población catalana, lo cual no ocurre. No me opondría si en el
mismo programa, al lado de Sala i Martín hubiera un extremista del otro
polo, un trotskista que quisiera nacionalizarlo todo, incluida la bodega
de la esquina, tal como Sala i Martín quisiera privatizarlo todo. Pero
no se invita a ningún trotskista ni a ningún keynesiano de izquierdas
que tenga el mismo espacio mediático. Invitar a uno de vez en cuando no
es pluralidad de los medios. ¿Es éste un indicador de la Catalunya que
desean? Son una copia de los medios instrumentalizados por el PP en
Madrid, sólo que en lugar de hablar castellano lo hacen en catalán. Esta
es, por lo visto, la Catalunya que desean. Si yo fuera independentista,
me preocuparía mucho de la imagen que está dando TV3. No lo soy, pero
soy demócrata, y lo que está haciendo TV3 no es democrático. Todo
demócrata, incluyendo los independentistas, deberían denunciarlo.
(*) Vicenç Navarro ha sido Catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Barcelona. Actualmente es Catedrático de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Pompeu Fabra (Barcelona, España). Es también profesor de Políticas Públicas en The Johns Hopkins University (Baltimore, EEUU) donde ha impartido docencia durante 35 años. Dirige el Programa en Políticas Públicas y Sociales patrocinado conjuntamente por la Universidad Pompeu Fabra y The Johns Hopkins University. Dirige también el Observatorio Social de España.